Brandsen, militar francés pero de corazón argentino, Por José Narosky
* “El homenaje a un muerto ilustre no lo resucita. Pero lo ilumina”.*
Hay una calle en Buenos Aires, y también en varias ciudades argentinas,
denominada Cnel. Brandsen.
También hay una ciudad, Coronel Brandsen en la Provincia de Buenos Aires, a
60 ó 70 Km de la Capital.
Pero no todos conocen la historia de quien fue el Cnel. Federico de
Brandsen, menos aún, los rasgos que definen su hombría de bien.
Había nacido en Francia en 1785. Siguió la carrera militar, siendo un
pacifista a ultranza.
Brandsen, comprendía que en toda guerra -¡en toda guerra!- hay derrotas.
Incluso de los vencedores.
Joven aún, entró a formar parte del ejército de Napoleón. Y en el campo de
batalla mostró su valor siendo condecorado con la Legión de Honor.
Brandsen tenía 32 años, cuando su brillante carrera militar se interrumpió.
Pidió su baja al caer Napoleón, de quien se sentía espiritualmente muy
cerca.
Y un hecho accidental, decidió su vida.
Un encuentro fugaz ¡y cuántas veces en lo fugaz puede estar lo definitivo!
decidió su futuro.
En una reunión social en París había conocido a Belgrano y a Rivadavia.
Éste, futuro presidente de los argentinos, le ratificó a Brandsen lo que
este pensaba, que los que luchan por un ideal siempre ganan. Aunque pierdan.
Y Belgrano le explicó con apasionamiento, el sueño de libertad que vivían
las naciones americanas.
Y le sugirió que viajara a América, a combatir por una causa tan noble,
como la emancipación del yugo español.
Corría el año 1818, San Martín había regresado al Río de La Plata un año
antes.
Y Brandsen espíritu aventurero, especie de Quijote profesional, partió
hacia la lejana tierra americana, sin conocer su idioma, ni casi su
geografía.
Pero sentía que lucharía por una causa justa. “*Y las causas justas siempre
son universales*”.
San Martín lo incorporó de inmediato al ejército Libertador.
Y por su experiencia previa, le otorgó el grado de Capitán de Caballería.
Participó entonces, en las campañas de Chile y en la de Perú.
En 1820 por méritos especiales –tenía ya 35 años- fue ascendido a Teniente
Coronel de las fuerzas patriotas.
Cumplió en esa función, con los oficiales más jóvenes, una tarea
simultáneamente humana y profesional.
Inculcó a sus subordinados que en las guerras no hay soldado sin heridas y
les explicó, que él sólo justificaba la guerra a la guerra.
Ya dominaba medianamente el castellano, pero con un inconfundible acento
francés.
Claro, había llegado a estas tierras teniendo ya 33 años.
Y una anécdota relacionada con su dificultad idiomática.
Un colega, el también Tte. Cnel. Ruiz, se burlaba reiteradamente de sus
errores de expresión, quizá sin mala intención. Pero la frecuencia e
intensidad de las ironías llegaron a molestar de tal manera a Brandsen, que
este lo desafió a duelo.
San Martín con su filosofía de vida, consiguió evitarlo. Pero quedó entre
los dos oficiales un antagonismo muy evidente.
Luego Ruiz, fue trasladado al ejército que comandaba el General Martin Rodriguez.
Ya declarada la guerra con Brasil, el Gral Rodriguez llamò tambien al militar frances a sus filas.
Ruiz que hacia un año que estaba allí, lo recibió con un disgusto que no podía disimular.
Y llegó febrero el 26 de febrero de 1827.
Se libraba ese dia la batalla de Ituzaingó. Argentinos y urugayos contra el ejercito imperial formado por brasileros y portugueses.
Hubo incluso una lucha cuerpo a cuerpo.
Ruiz quedó herido en el campo de batalla, a 100 metros de las fuerzas patriotas que estaban retrocediendo.
Brandsen tomó una decision heroica.
Solo -con gran riesgo de su vida- llegó corriendo hasta el lugar donde estaba el Teniente Coronel Ruiz. Lo cargó en sus hombros y logró salvarlo.
Pero una bala enemiga lo hirió a él gravemente.
Una hora despues moria de esa herida el militar frances-argentino Brandsen. Tenia solo 41 años.
El Teniente Coronel Ruiz vivió aun muchos años y cada dia 26 de febrero -aniversario de la muerte de Brandsen- y durante mas de 40 años -hoy los restos de Brandsen descansan en la Recoleta- el Cnel. Ruiz llegaba hasta su tumba y depositaba un ramo de flores.
Una lágrima furtiva se deslizaba por el rostro de Ruiz, hombre muy curtido, demostración de su sensibilidad, porque una lágrima furtiva no es menos lagrima
Un aforismo final.
“Una lágrima furtiva no es menor lágrima”