Julio Sosa, un cantor uruguayo con el corazon argentino. Por José Narosky

 

“Muchos son el barniz. Pocos son la madera”.

Ahora, que sobre todo en política, están tan de moda las encuestas, si preguntásemos a los lectores ¿cuál es su cantor de tangos preferido?. No dudo que Julio Sosa saldría muy bien ubicado. Detrás de Gardel sí, pero con muchísimos votos a favor.

¡Y qué curioso! Ninguno de estos dos cantores era argentino, pues Gardel era francés y Julio Sosa, uruguayo. Pero los dos eran argentinos. Por amor a esta tierra, por afecto, por elección.

Sosa se elevó hacia las estrellas en 1964, con solo 38 años de edad. Porque había nacido un 2 de febrero de 1926.

Ya a los 12 años, Sosa triunfaba en un concurso para aficionados. A los 20 cantaba con una modesta orquesta de “Las Piedras”, su pueblo uruguayo natal.

A los 23 años llegó a Buenos Aires. Tiempo después se incorporó a la orquesta de Francini-Pontier como vocalista, junto a Alberto Podestá, nada menos.

Luego cantó con Francisco Rotundo. A los 34 años tomó una decisión importante. Impulsado por un éxito cada vez mayor, decidió hacerse solista. Y lo secundó Leopoldo Federico, con su orquesta. Pero ya Sosa era la estrella.

Grabó con Federico, más de 60 temas.

Ya había grabado 15 con Francini-Pontier, unas 12 con Rotundo y más de 30 con Pontier solamente.

Sosa vivió quizá apresuradamente y casi diría que murió también apresuradamente.

Y una anécdota… penosa. Un domingo a la mañana del 26 de noviembre de 1964, en una habitación del sanatorio Anchorena donde estaba internado Julio Sosa, salió un médico, el Dr. Antonio Rotta, que además era violinista de la orquesta de Federico y amigo de Sosa…

-“Ha muerto”, les dijo a varios periodistas que lo acosaban en un pequeño hall… Y no pudo agregar nada más.

El día anterior un hermoso coche sport rojo se había estrellado contra un flamante semáforo en la Avenida Figueroa Alcorta y Salguero, cerca del viejo canal 9.

Julio Sosa, ya no recuperaría el conocimiento.

Esa noche fatal, había cantado en una cantina de La Paternal y posteriormente, se había agregado a una reunión de amigos en La Boca. Al chocar quedó herido muy gravemente.

Lo llevaron inicialmente al Hospital Fernández, dónde le practicaron una traqueotomía, para facilitar su respiración. Luego lo trasladaron al Anchorena. Viajaba solo en el momento del choque. En Hurlingham, en su casa de 12 habitaciones, lo esperaría… en vano, su viuda, que era su tercera esposa.

Julio Sosa apodado con justeza “El Varón del Tango”, no necesitó promociones ni aventuras femeninas inventadas.

Ni siquiera un apoyo publicitario desmedido, para hacer conocer su voz y su mensaje “diferente”.

Una generación –jóvenes muchos de ellos- se acercó al tango a través de él. Y un porcentaje emigró del tango con él, quizás cansados de esperar, un nuevo Sosa.

“Es que los carbónicos suelen dar copias muy desteñidas”.

Julio Sosa se inició con tangos de profunda inspiración arrabalera como “Margot”, “La Gayola”, “El Ciruja”.

Y se acercó luego a lo melódico con “La Casita de Mis Viejos”, “El Ultimo Café”, “Viejo Rincón”.

Pero en todos ellos, dejó el sello de su personalidad y de su voz simultáneamente recia y tierna.

Y un aforismo para Julio Sosa con sus errores humanos, pero con su auténtica modestia.

“La gloria suele perseguir a los que no la buscan”.

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