Neil Armstrong, el primer hombre en la Luna .Por José Narosky

La vida es un laberinto. Pero los iluminados conocen la salida.

Un 12 de abril de 1961, el ruso Yuri Gagarín, se convirtió en el primer astronauta de la Historia.

A 300 Km de altura, en su nave espacial Vostok I, expresaba con no disimulada emoción, mientras algunas lágrimas rodaban por su curtido rostro:

-“Tengo el orgullo de ser el primer hombre que vio con sus propios ojos la forma esférica de la Tierra.”

Gagarín tardó exactamente 89 minutos –casi una hora y media- en dar la histórica vuelta a la Tierra, a una velocidad de 30 mil Km por hora.

Pensar que Magallanes y Elcano su sucesor, habían empleado –450 años antes- habían demorado decíamos, tres años para navegar alrededor del mundo.

Ocho años después de la hazaña de Gagarín, el avance incontenible de la ciencia –que no siempre corre pareja con el avance de la comprensión entre los hombres- posibilitó un logro que en nuestra niñez nos hubiera parecido un sueño: que el hombre llegara a la luna.

El domingo 20 de julio de 1969, un artefacto, de 85 metros de altura, una especie de araña mecánica tripulada, llamada “Apolo 11”, se posaba sobre el suelo de la luna.

Esta vez los EE.UU. eran los primeros y no Rusia.

Inicialmente y durante casi 6 horas, los tres tripulantes norteamericanos permanecieron en el interior de la nave espacial. Era lo establecido en el protocolo de vuelo.

Luego, eran ya las 22, 56´ en nuestro país, el comandante de la nave, Neil Amstrong, descendió suavemente por una plataforma adosada previamente y apoyó muy lentamente su pié izquierdo sobre la faz lunar.

El protagonista de ese hermoso milagro, el primer hombre que pisaba la luna, se llamaba Neil Armstrong. Y falleció en el año 2012, a los 82 años.

Él –lo declaró posteriormente- tenía plena conciencia del hecho que estaba viviendo.

Ya sabía que ese momento, ese resplandor espiritual, iluminaría para siempre su existencia.

Pero la hazaña es tan enorme y porque no decirlo, tan emotiva, que estamos casi olvidando al “hombre” Neil Armstrong.

Era norteamericano. Nació en un pequeño pueblo del Estado de Ohio, un 5 de agosto de 1931.

Era ingeniero aeronáutico. Fue piloto en la Guerra de Corea en la que realizó más de cien misiones.

Fue también piloto de pruebas.

Y les relataré un hecho de su adolescencia, por el que se podía predecir en alguna medida, su futuro.

En los EE.UU. no se otorgan licencia para pilotos antes de los 18 años. Armstrong lo logró teniendo sólo 16 años, para lo cual se reunió una junta de calificación que lo autorizó.

Sus integrantes quedaron asombrados por su alta aptitud.

Fue siempre, un hombre de bajo perfil, modesto e introvertido. Tuvo de su primer matrimonio, tres hijos, y un enorme dolor. Una hijita, falleció teniendo sólo dos años, de un repentino tumor cerebral.

Cuando Armstrong pisó la luna, tenía 38 años. Hacía un par de semanas que los había cumplido.

Cuando regresó a su pueblito de Ohio, volvió a sus amigos, a su música –él tocaba piano y saxofón aceptablemente- le hicieron obviamente un gran agasajo, al que concurrieron el 95 % de sus 8.000 habitantes.

Instado a hablar, declaró: -“Agradezco este homenaje de mi pueblo. Agradezco al Gobierno de mi país, por haberme elegido entre más de mil aspirantes, para protagonizar esta hermosa aventura espacial, concluida con tanta felicidad.

Agradezco también a los científicos que lo hicieron posible”.

Pero hubiera cambiado todos estos honores y también el haber sido el primer hombre en caminar por la luna, por haber podido estrechar en mis brazos, a mi pequeña Jane, que murió a los 2 años”. Y no pudo continuar…

Un prolongado y respetuoso silencio se hizo en el estadio en que se realizó el homenaje a Neil Armstrong.

Y estas palabras entrecortadas de este héroe auténtico, traen a mi mente un aforismo:

“Hay dolores, para los que las lágrimas, no alcanzan”.

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