Hugo Del Carril, un ejemplo de dignidad. Por José Narosky

“DONDE SE ACALLAN VOCES, GRITAN REBELDÍAS”
Cada 11 de diciembre se celebra el dia del Tango. Y pensé que podía dedicar ese día a un hombre de tango, pero con muchas otras aptitudes: Hugo Del Carril.

No es fácil abarcar en pocos párrafos, una personalidad tan multifacética como la de Hugo Del Carril. Porque fue un cantante popular de características propias. Además de un actor muy personal y un gran director cinematográfico, solamente parecido a sí mismo. Pero también fue guionista, productor, locutor radial. Desde su debut a los 24 años, en dos películas que filmó casi seguidas –La Vuelta de Rocha y los Muchachos de Antes no Usaban Gomina-, dirigido en ambas por Manuel Romero. Hasta su última película teniendo ya 62 años, “Yo Maté a Facundo”, donde fue coguionista y director, su trayectoria cinematográfica y humana, estuvo enmarcada en una sola palabra: dignidad. Intervino como actor y director en alrededor de 50 películas, varias de antología. Pero como director, ninguna tuvo tanta repercusión ni logró tantos premios y mereció la unánime valoración como “Las Aguas Bajan Turbias”.Hugo del Carril tenía 40 años recién cumplidos. En ese momento era un cantor cotizado y de un decir enérgico, con una voz viril y bien timbrada. Su expresión tanguera ligeramente arrabalera al comienzo, fue cediendo a un fraseo de más cultivada musicalidad. Fue también un excelente actor en “El Ultimo Payador” encarnando a José Betinotti en “Historias del 900”, la que también dirigió. Quiero también aludir al hombre Hugo del Carril. Repito un término que le cabe con justicia: Dignidad, calificación que también le corresponde a otros hombres del cine. Que políticamente fueron sus adversarios ideológicos: Francisco Petrone y Arturo García Buhr. Porque los tres se mantuvieron fieles a sus principios y supieron respetar a quienes no coincidían con sus ideas. Enrolado políticamente en el Justicialismo, se jugó por sus ideales. Aceptó ceder, pero no cederse y como hombre erguido que era, fue el primero en arrodillarse ante lo justo. Tuvo actitudes realmente valientes. Pero no las tomó por valentía. Sino por nobleza. Pero deseo ahora, relatarles una anécdota de la que fue protagonista. A los 73 años, retirado hacía ya mucho tiempo de todo lo artístico, aceptó reencontrarse con su público. El escenario fue el Teatro San Martín. Transcurría marzo de 1985 y se leía en algunos diarios al día siguiente, que su voz era apenas un susurro, un recuerdo entrañable, un débil latido. Lo que era en buena medida real. Hugo del Carril, había ingresado al escenario con paso vacilante, agobiado por una progresiva ceguera. Incluso confesó públicamente su precaria situación económica. Pero solamente por autenticidad. No, para inspirar lástima. Además aclaró que nada aceptaría y expresó textualmente “estoy aquí y no quiero tener la hipocresía de decir que por amor a ustedes. Estoy, por amor al tango”. A continuación cantó varias canciones. Seguramente, nadie del público reparó o no le importó su voz ya gastada, ni algún error en la letra. Un aplauso cerrado de la platea, por largos minutos nubló su vista ya nublada. Había entonado “Garúa y Nostalgias”, con su voz que flaqueaba doblemente, por los 73 años muy enfermos y por su emoción. Alguien penetró imprevistamente al escenario. Hugo del Carril, pretendió impedir que hablara. Pero no pudo. Esa persona, contó que el ahora viejo cantor, había sostenido económicamente a la gran Azucena Maizani, en sus últimos años. En la Sala del San Martín, flotaba además de un respetuoso y emocionado silencio, la sospecha que había asistido al definitivo adiós a Hugo del Carril, no se equivocaban, aunque vivió 4 años más. Falleció en agosto de 1989, hace ya 30 años. Tenía 77 años. Pero estos últimos fueron solo para respirar. Y respirar no es vivir.

Un aforismo que escribí como modesto homenaje a este cantor argentino que hizo de la hombría de bien, un culto. “La dignidad suele pagarse cara, pero el digno no acepta rebaja”.

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